/ˈaɪəɹlənd/
Mi conexión con las islas son los faros. Me di cuenta el verano del 2019.
Quizás porque normalmente suelo ir a la deriva, y sin ellos golpearía contra las rocas.
Quizás porque noto sus zumbidos de luz en las tormentas.
Quizás porque, de alguna manera, me rescatan de mis rarezas.
O simplemente por el silencio que escoden.
Como hago yo.
Hace tres años estuve en Islandia, la isla bonita. La mía.
Y los faros allí iniciaron mi ciclo de vida.
No lo sabía. Ahora sí.
Isla Esmeralda || Trece días || 1800 km en coche || 266.000 pasos explorados || Carreteras infinitas || Océanos de fuego || Entornos salvajes
Y esa sensación ya conocida, que te da el viajar, de regresar no siendo la misma.
Pero esta vez, con una sutil diferencia:
Pero esta vez, con una sutil diferencia:
Allí, entre sus tormentas y las mías, erigí una nueva realidad.
Y aquí, mis pies kamikazes ya han alzado el vuelo.